domingo, 30 de marzo de 2014

Pequeño desconocido

Te escribo a ti, pequeño
Que nunca hablamos
Ni nos miramos
Ni llegamos a formar parte 
De algo.
Estabas a varios metros
Yo te observaba desde antes
De que ocurriera tu mal.
Comías tranquilo,
Tus grandes dientes 
Hicieron que fueras especial
Aunque para otros
Comenzara a ser motivo de risa.
Desde ese momento
Ya tenía ganas de abrazarte,
A pesar de que yo no soy
De ese tipo de personas.
Tus falsos amigos y tú
Empezasteis a jugar,
Parecía todo normal.
Pequeño, siento no haberme
Dado cuenta de que aquello
No era un juego.
Cuando volví a mirar,
Gritabas y llorabas
Porque ellos no eran justos contigo,
Porque aquellos niños
No eran buenos amigos
Y te decían cosas 
Que no quiero recordar.
Cuando te vi llorar,
Yo también estuve 
A punto de hacerlo,
No podía creer que el niño
Que antes observaba 
Estuviera así delante de mí.
Una profesora te calmó
Pero sé, ahora dónde estés,
Que nunca te calmó
Que aquello no era algo nuevo
Y que imaginas que volverá a pasar.
Sólo de pensarlo
Se me hace un nudo en la garganta,
Aparecen lágrimas a mi extrañeza de ésto,
Y me maldigo por no haber tenido
La valentía de levantarme
Y abrazarte.
Lo escribo,
Porque aún lo recuerdo
Y me sigue doliendo.
Ojalá algún día pueda decirte
Que tú eres más fuerte que ellos
Que tu color de ojos que vi de lejos
Me marcó más que otros más bonitos;
Algún día te reirás de ellos
Y de tus amargos recuerdos
Con tu amplia sonrisa,
Y aunque no me conozcas
Ni sepas de mi existencia
Yo me alegraré de eso. 


martes, 25 de marzo de 2014

Bosques oscuros

Una vez me perdí, 
No encontraba mi norte,
Ni mi sur, ni las esquinas
Dónde aterrizar de la caída.
La brújula se rompió 
O me mintió,
Fingió no funcionar;
Me abandonó en el bosque
De las pesadillas. 
Me encontré con quien jamás
Quise conocer 
Les dije 'adiós' pero ellos
También me mintieron,
Fingieron ser amigos,
Me decían 'Qué bonita estás'
Con sus miradas asesinas. 
Escapé de ellos,
Intenté encontrar la salida
De aquel bosque oscuro y lleno
De ira,
Sin embargo era tan maligno
Que quién entraba nunca salía.
Pasaron días y días,
Morí y reviví mil cien veces
Entre ramas y sonidos,
Perdí la esperanza 
De la vida,
De la mía y de los que alguna vez
Habían entrado allí.
Pero entonces, el cuento
Dio un giro 
Y apareciste tú
Con tu amplia sonrisa;
Ahora el bosque parecía menos maligno
Y hasta a las sombras menos temía.
Me cogiste en brazos y huimos,

No tuvimos que encontrar salida
Ya que tú eras la única salida posible.
Cuando volví a ser la misma
Me di cuenta de que aquel bosque
No se trataba de un bosque,
Peligroso y lleno de ira
Con gente amenazante y perversa
Sino que se trataba de algo diferente.
Resultó ser, 
Que me salvaste de la vida. 

viernes, 21 de marzo de 2014

Montañas, ríos y heridas

En la cumbre de su espalda se sentó a descansar del largo viaje que había hecho. Se prometió a si mismo llevar menos equipaje encima la próxima (No habría próxima vez) Llevaba tantos poemas encima que hasta ella lo notaba en las curvas de su cuerpo. Después de todo, no le servían de nada ya que a aquella mujer, porque lo era, no se le podía enamorar ni con los poemas de Julio Cortázar. 
Había pasado tantas horas caminando, desde sus pies; pasando por sus rodillas, por su deliciosa entrepierna y sobre todo por sus costillas, que se sabía cada lunar donde descansar de aquella hermosa pesadilla. Pero le mereció la pena, para así llegar hasta sus oídos y contarle y cantarle lo mucho que pensaba en ella cuando veía la luna llena por la noche. Ella le recordaba a los orgasmos con mujeres que no quería, tan vacíos y a la vez tan deseados. Ella era todo lo que había amado y que podía imaginar mientras soñaba despierto. 
No hubo besos con cariño ni abrazos donde quedarse a dormir/vivir/morir. 
No hubo miradas que atravesaban el alma, ni tabaco que fumar después de follar.
No había nada entre ambos.
Tampoco hubo despedida.
Tal vez, y sólo tal vez, después de haber recorrido su cuerpo deseaba así poder olvidarla, porque ya la había tenido aunque solo fuese a medias y eso hacía que fuese menos irresistible (Se mentía) 
Tal vez, y sólo tal vez, el dolor disminuiría al volver a casa y pensar en ella, al ver los pliegues de las sábanas solitarias, que ahora no serían dobladas por aquella manía que tenía la mujer que amaba (Se mentía)
Tal vez, y sólo tal vez, el tiempo curaría la noche que pasaron juntos, la única y última, que tanto le atrapó y ahora le quemaba por dentro (Se volvía a mentir)
Tal vez, y sólo tal vez, aquella mujer fría tuvo el mínimo apego hacía él durante el orgasmo ínfimo y corto que mantuvieron (Se mintió)
Pero la verdad que se escuchaba entre sus más profundos vacíos y que era irrefutable, es que ella nunca sería suya, aunque la hubiera besado y follado durante toda la noche, nunca fue suya. Y eso era lo realmente maravilloso de la historia.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Soy ésta

Me presento, soy ésta que ven aquí
Que se cobija tras el papel y mira
Con miedo, cautela;
No a vosotros los que me escucháis,
Sino al Fracaso que me aguarda.
Soy así, de estatura media
Tirando a baja,
Pelo moreno,
Ojos negros,
Aparentemente todo normal y corriente.
Ahora me presento por dentro,
¿Cómo se hace eso?
Que alguien me lo diga,
No me enseñaron eso en el colegio.
Soy el frío que temes al salir de tu casa por la mañana,
También soy el calor que te hace sentir como en casa.
Mi madre lo sabrá, pero ella dice
Que tengo una actitud temperamental.
En otras palabras; no me callo, lo escupo y lo restriego
Hago como que venzo al miedo,
Pero no olvidéis, perro ladrador poco mordedor
Y tampoco olvidéis, nunca sé cómo se hace esto.
Soy las olas del mar, cuando te arrastran
Cuando las odias, porque te hacen sentir pequeño,
Ese mar que tiene más poder que el resto.
Pero también soy, la fina arena que te tapa los pies
Esa arena caliente de domingo en familia,
La toalla que te refugia de las gotas saladas y frías.
Tal vez no haya expresado lo que quiero decir,
Soy la contradicción que siempre odiaste
Y amaste a la vez;
En conclusión,
Soy nada y a la vez todo,
Soy la contradicción que nunca supiste resolver.



viernes, 14 de marzo de 2014

Ya no soy Sexo

Me pregunta por qué ya no soy sexo.
El porqué de mi apatía insoportable
Y mis nulas ganas de seguir viviendo.
Yo le respondo:
‘Cariño, con el tiempo
Se me olvida el sexo de nuestras mañanas
De las noches y tardes en tu cama
Vuelvo a ser la madrugada,
No la de alcohol y lujurias
Sino la fría en tu cama sin una lluvia
Que te alegre el despertar de tu mañana.
Que sólo recuerda lo malo que hizo
Hace y volverá a hacer
Porque no aprende si no se le hace
El suficiente daño.’
Ese daño que sigo haciéndome
Cuando te marchas,
En la despedida que me rompo
Y me divido tanto
Que se van contigo todos esos trozos
Y solo queda el malo.
Me pregunta por qué ya no soy sexo,
Ni tampoco esas mañanas,
Lo que no sabe es que yo no soy yo

Cuando él está lejos.

domingo, 9 de marzo de 2014

Torres de arena

Me quedé encerrada tras los muros de aquella gran mansión de arena, me sentí acorralada y con miedo,  pero a la vez aliviada porque oía el sonido del mar. El puente se veía tras las ventanas, era simple y preciso, como si alguien quisiera que se derrumbara. Todo a mi alrededor era de arena, tenía la sensación de que aquella casa se me podía caer encima en cualquier momento. Subí a la segunda planta, me asomé al gran balcón que tras él, sus vistas eran aún mejores. Allí estaba el resto, allí estaba mi destino inalcanzable que había abandonado. No recordaba por qué estaba allí, sólo quería saltar y huir dirección mar sin fecha de vuelta.
De repente, me encontré con mis ojos, al principio pensé que era un espejo gigante, pero no, era yo. Era mi verdadero yo, más pequeña; tal vez de ocho años, que construía su castillo para alguien que no conocía. Irónicamente, acabé siendo yo misma. Con los años, acabé encerrada en lo que un día creí que era el paraíso. Ahora no tenía vuelta atrás, no tenía forma de hablarle a esa niña que imaginaba historias mientras acababa por dar los últimos retoques. Fue entonces, cuando descubrí las torres, me costó subir a ellas varias horas y caídas; al fin llegué y pude divisar mi huida. No sé cuánto tiempo había pasado, que lo que antes parecía ser el mar a lo lejos ahora era un tsunami inminente a punto de llevarse el castillo, a mí misma y la ilusión de mí otra yo.
No me dio tiempo a reaccionar, la arena que ahora era mucho más pesada, se abalanzó sobre mí y me dejó en el suelo inconsciente. Solo escuchaba gritos, no sé si eran alucinaciones o era mi otro yo diciendo: “¡Mamá las olas se han llevado mi castillo!”
Desperté, recordé y volví a ese momento que había olvidado en la mente. Cómo lloraba y ahora recuerdo por qué. El mar me había llevado, tragado y olvidado y con ocho años ya lo sabía.

Ahora me dirijo a ti, Mar; mí horizonte, mi cobijo, mis lágrimas: Cuánto te echo de menos, y cuánto llegaste a influir en mí desde tan pequeña. Cuánto tiempo sin vernos amigo, cuantas olas he llegado a perderme ya. Para tu fortuna, la tabla de surf de la esquina de mi cuarto se ríe de mí todos los días, si supieras cuánto os he odiado con ésta ausencia. Pero ahora, a mi mala suerte, sólo tengo forma de volver a esos maravillosos días escribiéndolo, inventando historias e intentando pensar que algún día nos volveremos a reencontrar. Igual que antes, yo llegaba y me sentía como en casa, y tú no hablabas, sólo me arrastrabas hacia dentro. No me esperes, tú tampoco lo has hecho, fui yo quien dejó de interesarse por ti. Ahora no hay manera, ya no soy la niña que construía castillos en tu orilla, dile que lo siga haciendo de mi parte, aunque yo ya no la conozca. Dile que algún día espero volver a ser la misma. 

lunes, 3 de marzo de 2014

Que suene

Que suene la música
Esta noche vacía y solitaria,
Sin tus besos sabor Coca Cola.
Que suenen las caricias que nunca se darán
En esta habitación sin ti.
Y que se escuche el silencio roto
De mis dedos al pasar la página
Que no he terminado de leer.

Que caiga la lluvia sobre los cristales;
Que me despierten de las pesadillas sin ti.

Y que no haya amanecer si por la noche
No hemos hecho despertar a los vecinos.
Que suene de nuevo, la canción que me recuerda a ti
Y que se oiga el crujir de mi corazón roto al latir.
Que suene finalmente, mis dedos al escribir éste ‘te echo de menos’

Sin fin.