lunes, 23 de junio de 2014

Mi ángel caído

Somos el ángel y el diablo
Y la verdad, desde un principio
Nadie me dijo que yo iba a ser el malo.
No sabía que tenía la capacidad
De hacerle daño a quién mas me quería.
No supe cuándo se intercambiaron los papeles
En mi joven vida,
De yo ser la herida
Y ellos los malos.
Ahora tú eres el mayor herido
En ésta guerra que ya lleva casi dos años,
A pesar de todo,
Te has mantenido vivo aunque la sangre
Haya llegado hasta el río.
Y te admiro por eso, no sé que haces
Con alguien que solo tira balazos
En vez de tirar besos.
Yo tampoco sé que hago contigo,
Tú, mi ángel caído,
Desde siempre me has mantenido
Aunque yo no supiera darte cobijo.
Siempre te he visto inmerecido para mí,
Yo creí que los diablos viajaban solos;
Ellos no se merecen ni el infierno.
En ésta guerra que ojalá nunca acabe
Debido a mi masoquismo,
También he acabado hecha añicos,
Con las lágrimas transformadas en cristales sobre mi piel
Que he llegado a derramar en momentos como éstos;
Tan fríos.
Es una pena que no sepa ser inmune,
Pensaba que los diablos
No tenían ni amigos.
Pero ha resultado ser que el diablo tiene miedos y sueños,
Que el diablo a veces intenta ser bueno a pesar de sus prejuicios,
Que el diablo está perdidamente enamorado de su opuesto,
Del ángel,
Del único invicto.
El ángel no muy listo,
Prefiere al que le hizo más daño en la guerra,
Y como consecuencia
Caminan juntos en una batalla perdida desde el principio.




jueves, 19 de junio de 2014

Lo bonito (no) es

Nunca pensé que escribir a alguien
Se pudiera hacer bonito.
Yo pensaba que los poetas escribían
Porque estaban tristes sin su amada,
Porque se ahogaban
En sus propias lágrimas.
Los imaginaba de noche entre páginas,
Con un vaso de caos y el corazón lleno de alcohol.
Pensaba en ellos como personas sin vida
Con el único destino de morir entre poemas
Que nadie leería.
Pero yo no soy escritora,
Ni he tenido vida suficiente para ser triste;
Mucho menos poetisa.

Sólo sé que el vacío es y se escribe bonito
Mientras sea el tuyo y no el de cualquier persona.
Sólo sé que escribo porque ahora,
Mientras tú duermes yo me desvelo
Pensando en no sé qué de tus labios
Y en no sé qué de la noche y los libros.
Se puede escribir bonito,
Porque formas parte de lo más triste
Y a la vez más tierno,
Yo, que me hago un lío,
Lo escribo y me creo que de verdad
Escribirte en vez de estar contigo
Es algo bonito.


domingo, 8 de junio de 2014

La casa de invierno


La triste historia que nadie supo. Porque son de esas historias que la gente no debe escuchar, para que su alma no se asuste y se vaya corriendo. Porque está recomendado que historias así solo la sepan los que su alma se mudó hace años.

La casa de invierno, que en realidad siempre era de invierno en cualquier estación, ese día brillaba más de lo normal. Quizás por sus tejas que lloraban estalactitas en cada una de sus puntas o, quizás por la pequeña entrada que siempre estaba llena de pisadas enmarcadas en la nieve, y de una forma u otra, formaban un bonito dibujo. Nadie sabía qué tenía esa casa abandonada en aquel manto blanco. El paisaje acompañaba; el bosque que daba al otro lado de la carretera incitaba a perderse entre sus árboles (sin importar si salías vivo o no de él)
El café de las doce, el de todos los días emanaba vapor caliente, el que no sólo salvaba barrigas o mentes con hambre de cafeína, sino ese café que te salva de lo material que es la vida. Su jersey color beige le cubría las manos. Estaba siendo una mañana especialmente fría (Más fría de lo que ella era) Echó una ojeada a sus libretas llenas de textos tachados y dibujos de personas sin cara. Jimmy está tardando demasiado en volver; leyó en una esquina del cuaderno. Puso música de ambiente en el tocadiscos viejo que le regaló su padre de joven. Estaba realmente asqueada de todo, hasta de la música. Se acercó a la ventana, todo seguía en su caótico orden: El buzón lleno de cartas sin leer y sus -Mañana las leo-, los arbolillos muertos debido al frío del invierno, los malditos momentos que seguía viendo en el asiento de Jimmy.
Volvió junto a la chimenea; la odiaba. Odiaba todo aquello que fuese cálido, pero era humana y prefería morir en otras circunstancias. Y odiaba lo cálido porque le recordaba a él; maldita la calidez de sus ojos que llegaron a convertirse en su refugio. En una repentina ira y amor a la vez, echó al fuego los últimos recuerdos que quedaban de él; la postal. Con su respectivo mensaje erróneo -Volveré pronto- que se clavaba en cada una de sus costillas.
Se sentía tan tonta y a la vez tan vulnerable. Nadie sabía la soledad que albergaba aquella casa -y ella- que a la vista parecía completa. También echó en la chimenea sus notas, las fotos y por si ella fuera también se hubiera echado a si misma.
Nadie supo que aquel día en el que la casa de invierno brillaba más, la persona que lo habitaba se oscurecía para siempre. Las ventanas se cerraron, el hueco de la chimenea se tapó, la verja dejó de sonar abrirse y cerrarse, el fuego se consumió. Al igual que ella, que había sido una vela en medio de la nieve apunto de apagarse. Aguantó demasiado tiempo. Jimmy nunca volvería a por ella y a por los niños que dijeron tener. Todo era tan inoportuno y tan poco adecuado en aquel paisaje perfecto que nadie jamás hubiese adivinado una historia tan triste.




domingo, 1 de junio de 2014

¿Quién sabe?

Nadie sabe que no sé como empezar este verso,
Nadie sabe que hace varios días que no te tengo.
A causa de eso
Mis palabras ya no tienen sentido
Me hundo e imagino
En historias mejores de las que escribo.

Nadie sabe que mi lucha interna se perdió
Una mañana de domingo,
Cuando tu al otro lado de la cama
Ya no estabas conmigo.
Fue una guerra perdida desde el principio,
Mi lado más egoísta se quería ir contigo
Mientras que mi lado sensato me decía
'No habrá supervivientes, amigo'

Nadie sabe que ya sólo tengo frío,
Desde que tus brazos por detrás no me cubren
Y me salvan de la vida.

Nadie sabe que no sé como acabar este verso,
Desde que sólo vivo inviernos internos
Y mis primaveras te llevaste en el último beso.