domingo, 19 de enero de 2014

A la lluvia

Se avecina una tormenta. Se escuchan truenos, y después...silencio. Y ahora quién se preocupa de ellas. Que desde que nacen ya tienen un final.
En los cielos grises se originan, buscando un lugar dónde caer, después de un viaje sin destino alguno. Amontonadas y sin previo aviso se embarcan juntas , una a una.
Pequeñas gotas, esfericas y brillantes, tan perfectas que a su vez su propio lugar de nacimiento es fruto del dolor y sufrimiento. Su cielo gris las ha echado.
Y ahora que no tienen dónde cobijarse buscan las mejillas de la madre tierra, sobre el suelo, ahora mojado. Pobres lágrimas del cielo, que nadie se preocupa por ellas.
Sin embargo, siempre hay una luz al fondo del pasillo, y sale el esperado sol. Acompañado del colorido arco iris, despeja la ventisca y vuelve el silencio.

No, no estoy hablando de cuando llueve.

La casa

Los años que nos pesan y el pasado
La casa vacía de tu olor roto
El llanto de la madrugada, solo
Ahora mi alrededor, desolado.

Tú, que desde que no estás a mi lado
La casa llora tu risa y alboroto
Y yo, que desvanezco sin piloto
Con el corazón evaporizado.

Me dijeron que cuando alguien perece
La vida deja de tener sentido.
Yo digo, que ya mi alma adormece

Que de nosotros mismos, hemos huido. 
La verdad, la cicatriz escuece
Y lo gracioso es, que sólo te has ido.