En un estado de
aturdimiento absoluto, en el que no conseguía distinguir la realidad de la imaginación.
De nuevo cayendo en un abismo sin fin; y despertándose despierta…volviendo a la
realidad. Con un bolígrafo en la mano y enfrentándose a un folio en blanco
lleno de mentiras e historias. Ahí estaba, ella y el resto del mundo.
Prolongando ese estado de aturdimiento en el que conseguía sentirse aliviada.
Pero como todo acaba,
también acabó aquello. Un sonido el cual le pareció demasiado fuerte provenía
de su puerta, su “amiga” “segunda madre” “protectora” “niñera” de todo menos
hermana, se entrometía en su único mundo.
¿Se puede saber a qué
estas esperando? ¿Otra vez vas a llegar tarde?- Le demandaba Doña puntualidad.
Llevando un bolso a conjunto a juego de sus zapatos y un peinado que confesaba
llevar varias horas, acercándose a su
órbita intentado descubrir algo.
Me he distraído un poco,
voy enseguida- Respondió sin ganas.
No entiendo qué te pasa
últimamente, siempre vas con el semblante roto y no comes nada…estamos
preocupados. Peor aún que no sales y te llevas todo el día haciendo no sé qué
en tu habitación- Lo dijo. Estaba encontrando la ocasión oportuna para
echárselo en cara. Mientras que fingía escucharla, sólo podía repetirse “Últimamente”
como si antes de eso hubiera estado bien.
No me pasa nada, olvídalo
¿vale? Espérame abajo, podrás llevarme a clases y así poder seguir con tu
perfecta vida- Le soltó. Porque lo era, todo cuanto podía imaginar su hermana
lo tenía. Trabajo, una familia orgullosa de ella y un chico fabuloso que le
regalaba collares. Entre otros caprichos, tales como el chico. Cualquier vida
podía ser perfecta en comparación con la suya. Admiraba a todo aquel que le
rodeaba, desde su propia hermana hasta al barrendero de la esquina de su calle.
¿En esas te pones? pues
muy bien chica. Sigue así que te irá genial. Deja de lamentarte y vive un poco
que no es tan difícil. Supongo que todos hemos muerto alguna vez- Y echándole
una última hojeada a aquello que todavía seguía buscando, cerró la puerta con
un silencioso “Como no te vea en mi coche dentro de cinco minutos, despídete de
que vuelva a ser tu niñera” Le resultó tentador, no quería saber nada de todo
aquello que no fuera su habitación y los libros.
Aquel supongo le volvió a
escupir lo perfecta que había sido, era y sería su vida. A recordar lo patética
que era la suya.
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