jueves, 14 de febrero de 2013

El bien y el mal

En un estado de aturdimiento absoluto, en el que no conseguía distinguir la realidad de la imaginación. De nuevo cayendo en un abismo sin fin; y despertándose despierta…volviendo a la realidad. Con un bolígrafo en la mano y enfrentándose a un folio en blanco lleno de mentiras e historias. Ahí estaba, ella y el resto del mundo. Prolongando ese estado de aturdimiento en el que conseguía sentirse aliviada.
Pero como todo acaba, también acabó aquello. Un sonido el cual le pareció demasiado fuerte provenía de su puerta, su “amiga” “segunda madre” “protectora” “niñera” de todo menos hermana, se entrometía en su único mundo.
¿Se puede saber a qué estas esperando? ¿Otra vez vas a llegar tarde?- Le demandaba Doña puntualidad. Llevando un bolso a conjunto a juego de sus zapatos y un peinado que confesaba llevar varias horas, acercándose a  su órbita intentado descubrir algo.
Me he distraído un poco, voy enseguida- Respondió sin ganas.
No entiendo qué te pasa últimamente, siempre vas con el semblante roto y no comes nada…estamos preocupados. Peor aún que no sales y te llevas todo el día haciendo no sé qué en tu habitación- Lo dijo. Estaba encontrando la ocasión oportuna para echárselo en cara. Mientras que fingía escucharla, sólo podía repetirse “Últimamente” como si antes de eso hubiera estado bien.
No me pasa nada, olvídalo ¿vale? Espérame abajo, podrás llevarme a clases y así poder seguir con tu perfecta vida- Le soltó. Porque lo era, todo cuanto podía imaginar su hermana lo tenía. Trabajo, una familia orgullosa de ella y un chico fabuloso que le regalaba collares. Entre otros caprichos, tales como el chico. Cualquier vida podía ser perfecta en comparación con la suya. Admiraba a todo aquel que le rodeaba, desde su propia hermana hasta al barrendero de la esquina de su calle.
¿En esas te pones? pues muy bien chica. Sigue así que te irá genial. Deja de lamentarte y vive un poco que no es tan difícil. Supongo que todos hemos muerto alguna vez- Y echándole una última hojeada a aquello que todavía seguía buscando, cerró la puerta con un silencioso “Como no te vea en mi coche dentro de cinco minutos, despídete de que vuelva a ser tu niñera” Le resultó tentador, no quería saber nada de todo aquello que no fuera su habitación y los libros.
Aquel supongo le volvió a escupir lo perfecta que había sido, era y sería su vida. A recordar lo patética que era la suya.

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