No me hubiera importado que
nunca volvieras a verme si el último minuto que me dedicaste hubiera
sido eterno. Nunca supe describir momentos así ¿Sabes? Yo siempre
he sido una chica bastante dura respecto a las demás personas y
débil para mí misma. Me odio. Pero eso a ti no te importó cuando
me elegías con la mirada mientras bailaba para ti; y para otros. Es
gracioso, me he acostado con muchos hombres y he visto de todo tipo,
nada podría asustarme a estas alturas. Pero tu me sorprendiste; lo
primero que hacían todos ellos cuando se tiraban en la cama era
preguntarme qué estaba dispuesta a hacer y cuánto les costaría a
ellos aquella locura mientras sus esposas dormían. Pero tú no lo
hiciste, tu en vez de sentarme en la cama o haberme manoseado sin ni
siquiera saberte mi nombre; te sentaste en una silla y empezaste a
hablar. De tu vida, de lo poco que te gustaba y, acto seguido, te
dirigiste a mí. Me miraste de aquella manera que sólo las paredes
saben; encontraste recuerdos que ni yo misma recordaba. Lo más
gracioso es que estaba nerviosa, no todos los días conoces a un
Hombre. Yo no creo en ellos, nunca lo he hecho. Y tú no eres la
excepción, simplemente me dejé llevar.
Me empezaste a interrogar
como si en una cita estuviéramos y yo en vez de llevar liga y corsé
con los pechos medio afuera, parecía que llevara un delicado pañuelo
y un vestido de satén color rojo vino. Me acariciabas la mano. No
follaríamos y jamás me alegré tanto. Pero sí me besaste antes de
irte, en forma de despedida y mensaje de 'Me encantas pero eres una
prostituta'
Me olvidé de mi misma y de
mi vida, para contártela a ti. Parecías tan interesado en aquellas
conversaciones que me olvidé de que yo cobraba por hora. No te lo
dije, quería que las horas fuesen eternas. Y hubiera preferido que
te empobrecieras por mi en aquellas paredes, hijo de puta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario