Escribirte tanto,
impregnarte en el papel de tal manera que todo tu cuerpo esté escrito en
versos. En unos versos que sólo yo podría rozar con la yema de mis dedos,
fusionando cuerpo y alma, escribiéndote hasta que tu existencia desaparezca.
Desvaneciéndo(te) en cada
trazada, en cada mordisco y mirada.
Cuando los versos comienzan a dejar de ser
versos y tienen vida propia, sobre mi y lo que deseo; cuando no tienes
escapatorias. Siendo ese beso, esa caricia y todo cuanto rodea a dos cuerpos
inertes en combustión. La noche nos reclama, todas esas noches que no lo
fueron. Porque no hay noche si no acabo el día a su lado, no hay día si no
existe un mañana y mi vida no tendría esencia sin su perfume.
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