El momento para escribir,
es el menos oportuno. En el que las fuerzas se ausentan, y aún así no podemos
evitar evadirnos y comenzar a escribir aquello que nos atormenta.
Cuántas veces e instantes
han sido oportunos para dejarlos por escrito eternamente y hemos rehuido, sólo
disfrutando; a su medida, de lo que olvidamos escribir. ¿Qué escriben, por
consiguiente, las personas que no tienen nada que escribir? ¿Quizás su atormento
sólo sea ese? Tener una vida en la que los sueños dejan de serlo, cuando ocurre
y se va; y no vuelve.
Estás ahí, quieta, esperando a que ocurra…a que el
maldito momento llegue para que puedas sentirte dichosa y grabarlo para la
posteridad. Pero no, eres tú y el mundo que te rodea. Nunca es lo que es y
nunca es lo que debería ser.
Siempre acabando en puntos suspensivos; dejando un
posible final o quizás eso, vacío.
Esperando a que la
siguiente palabra o párrafo sea lo que esperas, pero no, a veces la vida es un
texto con final abierto dónde nunca es lo que esperabas.
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