viernes, 22 de marzo de 2013

Confesiones sobre la noche

Me gusta escuchar ese minúsculo sonido que hace la calle cuando todos duermen y yo soy espectadora de tal musical. Me gusta saber que no hay nadie que pueda despertarme de mis vivencias con la noche, de que existen conversaciones entre los felinos y la luna.
Me gusta pensarte en alto, en el mayor silencio existente y que no puedan interrumpirme.
Me gusta quedarme quieta por un momento y pensar que he dejado de existir para todo aquel que esté durmiendo, que se entretiene en sus sueños y se ocupa de que a la mañana siguiente, siga recordandolos.
Me gusta saber que hay pocos a los que pueda decepcionar ahora; tal vez a éstas sábanas que me envuelven, que no quieren que deje de mover su cielo y su tierra entre las horas de la pequeña noche. Tal vez a la almohada que me acompaña desde el momento en el que me di cuenta de que no puedo abrazarte y a ella sí. No quiere que me vaya dice, que los días son muy largos.
Me gusta oír las historias que me cuenta la oscuridad, de todo lo que podría hacer en ella y no  hago, y del tiempo mal aprovechado.
En esa fiesta, en ese coche, en esa cama. En todos esos días pensando en la noche, en todas esas noches tan cortas.
En las horas corriendo lento, que nunca giran al compás de un viejo reloj, esperando a que tus ojos se cierren y den fin a ésta pequeña confesión.

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