viernes, 21 de febrero de 2014

El pintor y su musa

La tiza negra que le manchaba sus manos gastadas, perfilaba de nuevo los labios carnosos de la modelo. No era sólo una modelo, era la mujer de su vida.
Comenzó por hacer un boceto de su cuerpo perfecto, con sus curvas y formas que le hacían volar a otros mundos en el que la temperatura media pasaba de los 40ºC. Cada trazada era un suspiro de aquel dibujante que a pesar de los años que llevaba dibujándola, no aprendía a dejar que le temblara la mano con solo verle desnuda. Miraba con miedo a través del cuaderno de dibujo. No se atrevía a mirarla a los ojos, se perdía en cada curva y se encontraba en otros valles. Ella, era la mejor modelo que había podido desear, tanto, que con el paso de los años supo ver más allá de lo que dibujaba. Aquel era un encuentro elocuente, no hablaban, no había apenas miradas, pero se decían todo. Y eso era, lo más bonito. Supo ver cuando estaba triste o feliz, simplemente con los gestos de la cara. Su cuerpo era la expresión pura de sentimientos. Se preguntaba si ella también acabaría aprendiendo sobre él, si sabía cuándo estaba bien o mal, o si en vez de dibujar en papel, tenía ganas de dibujarla en la cama entre las sabanas.
No supieron cuándo, pero en algún momento, los dibujos querían salir del papel y escupirles en la cara que se debían de acercar ya, hablar y besar ya que a veces el silencio tenía límites. Pero no llegó, y ella siguió asistiendo a hacer de musa; que no lo era, y él de pintor, fingiendo que ninguno de los dos tenía interés por estar allí.

Aquellos dos que nunca hablaban se perdieron con el tiempo y la oportunidad. Nunca supieron decirse en silencio lo enamorados que estaban.

1 comentario:

  1. Tienes algo, un no sé qué que me hace sentir tanto. Leo y siento dentro lo que escribes, que hasta duele de lo mucho que me cala. Me identifico con tus textos y ojalá ser la musa de tus letras, que mi vida fuera plasmada aquí y que me hicieras inmortal gracias a la literatura, la tuya.
    Espero que tus dedos nunca cesen, no dejes nunca de hacer lo que haces porque me enamoro cada vez más.
    Un besito muy fuerte de tu pajarito diminuto,
    Colibrí.

    ResponderEliminar