martes, 18 de febrero de 2014

La Pianista (I)

Miraba por la ventana como siempre hacía. Nadie y todos.
Le dolían las manos, de tocar el piano del bar llamado Utopía, su preferido, el de todos los domingos. Suponía que una de tanto estar en un sitio acababa por enamorarse de él, o todo lo contrario. Trabajaba allí, aunque para ella eso no era trabajar. Tocaba por la noche y a la hora del atardecer. Veía caras nuevas y cotidianas todos los días, tocaba sus partituras preferidas o las que el público estaba dispuesto a sonar. El dueño del bar era un anciano que se había dedicado toda su vida a la música. Podría haberse enamorado de él si su corazón no estuviese tan dividido en cachitos y esparcido por toda la costa que rodeaba esa ciudad.

Empezó su rutina de siempre; se sentaba, bebía tres tragos de agua tras recogerse el pelo y se iba del mundo que todos conocían en Utopía. Tras eso, tocaba las teclas del piano que ya formaban parte de su cuerpo. Sangraba la vida en cada nota aguda y moría la muerte en cada grave. Tocó su favorita, luego el resto. No oía los aplausos, solo dejaba de ser ella.
Cuando acabó y se levantaba para saludar y dar las gracias, hacía lo de siempre, miraba al fondo luego a la fila de delante y por último a la barra. Allí estaba, la señora mayor que se sentaba todos los días junto a su ventana y esperaba a que un apuesto hombre la rescatara de la vida. También estaban los chicos de los domingos, que venían a dejar que pasara la tarde. Como siempre, lo de siempre y nada nuevo. Saludó por último al hombre alto, y se disponía a bajar del escenario para retirarse. Ya era suficiente por hoy sino perdería lo poco que quedaba de ella en aquel viejo piano, pensaba.
Sintió una presencia por detrás, cuando se dio la vuelta, era una cara nueva que no había logrado divisar entre la gente.
Me presento, soy el chico que siempre te observa y nunca ves- Le dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Era de estatura media, con el pelo alborotado y con una vestimenta que le hacía bastante gracia. Su presentación le hizo ponerse de los nervios y no sabía por qué.
Lo dudo, aunque tampoco tengo vista de lince. Gracias por venir de todas formas.- le respondió ella secamente. No estaba dispuesta a que su rutina fuese alterada, sólo deseaba salir de allí y volver a casa.
Hey, hey perdona si te ha molestado no sabía cómo presentarme. Vengo desde hace varios fin de semanas, y bueno, me encanta tu forma de tocar el piano. Dice mucho de ti cómo lo tocas.- le respondió tímido y miedoso a la respuesta de la chica que aparentemente parecía pacífica.
¿Qué dice mucho de mí? Si no me conoces, sólo toco partituras, tampoco es para tanto- ahora con voz más calmada, respondió ella.
Bueno, pues digamos que yo tengo ese don. De todas formas, dime tú, ¿Cómo te definirías?-La pregunta que parecía simple, le llegó al alma a aquella chica que nunca creyó que le llegaran a hacer esa pregunta. Aunque tocara todos los días delante de la gente, lo hacía de tal forma que se olvidaba de todos. En el fondo era tímida y sólo sabía expresarse mediante la música.
Ella, que se quedó en silencio durante varios segundos, no tenía ni la más remota idea de cómo responderle. Decidió que la mejor forma era como lo había hecho durante toda su vida. Con la música. Así, se dirigió hacía el piano y tocó únicamente una nota. Él sabría interpretarla si tal don tenía.
Él, que se hubiera imaginado miles de formas de hacer una presentación se quedó sin palabras. A continuación, ella cogió su bolso y se marchó dejando la total intriga en él y los que habían observado la conversación.

El jamás olvidaría aquella tarde y a la chica que se definió con una nota.


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